Mi nombre es Luis Font y tengo 31 años. Soy Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y Salud y trabajo como administrativo en una empresa privada donde llevo 7 años. Mi vida es bastante metódica, trabajar y hacer un par de escapadas al año cuando se puede. Nada más allá de eso.
Soy una persona muy organizada y planificadora a la que le gusta tener todos sus planes atados. Justo lo contrario a lo que me enfrentaría en esta aventura. Mis obligaciones personales no me habían permitido hasta este momento vivir experiencias capaces de aumentar mi potencial interior. Vivía sumido en la rutina, y aunque siempre me he considerado una persona aventurera y con “algo más” dentro, no había tenido mucha oportunidad de sacarlo a la superficie.
Todos tenemos ese algo dentro de nosotros y de lo que no somos totalmente conscientes. Lo único que necesitamos es vivir situaciones que nos permitan entrar en contacto en ello. Esta experiencia iba a convertirse en lo que necesitaba para hacerlo.
Mi nombre es Luis Font y tengo 31 años. Soy Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y Salud y trabajo como administrativo en una empresa privada donde llevo 7 años. Mi vida es bastante metódica, trabajar y hacer un par de escapadas al año cuando se puede. Nada más allá de eso.
Soy una persona muy organizada y planificadora a la que le gusta tener todos sus planes atados. Justo lo contrario a lo que me enfrentaría en esta aventura. Mis obligaciones personales no me habían permitido hasta este momento vivir experiencias capaces de aumentar mi potencial interior. Vivía sumido en la rutina, y aunque siempre me he considerado una persona aventurera y con “algo más” dentro, no había tenido mucha oportunidad de sacarlo a la superficie.
Todos tenemos ese algo dentro de nosotros y de lo que no somos totalmente conscientes. Lo único que necesitamos es vivir situaciones que nos permitan entrar en contacto en ello. Esta experiencia iba a convertirse en lo que necesitaba para hacerlo.
En mi trabajo me dieron una semana de vacaciones que tenía pendiente. En este caso no coincidía con las de mi pareja, por lo que no podíamos hacer nada juntos. Es con ella con quien suelo viajar de manera habitual, por lo que veía que iba a ser una semana de vacaciones sin mucho por hacer. Hasta que salió la idea de vivir una experiencia Over Rove, algo totalmente diferente a lo que estaba acostumbrado.
All my trips or getaways were scheduled beforehand. Hotels, cars and pre-booked excursions. Nothing was left to chance. The closest I had ever experienced to this was a trip I took in 2011 with a friend on the Rivera Maya, where we had several excursions in the area (although they were scheduled). Nothing like the adventure on the back of the Rover’s bike that was to come, where we only knew the start and end point of the journey.
Las semanas previas fueron emocionantes. En el momento que vi la posibilidad de realizar esta aventura no lo dudé en ningún momento. Me considero una persona a la que le gusta tenerlo todo controlado, pero también con mucha hambre de aventura. Esta era la oportunidad perfecta.
Mis ganas de que llegase el día de partida crecían a cada momento. No obstante, los nervios, como en cualquier viaje hacia lo desconocido, no podían faltar. En primer lugar, ya que no había realizado ningún viaje parecido, y no sabía muy bien qué debía llevar o comprar. Siempre que he viajado ha sido con maleta, y en esta ocasión, seríamos “mochileros”, sin ubicación fija. Pero esa incertidumbre lo hacía todo todavía más emocionante.
La aventura me hacía mucha ilusión. Tenía muchas ganas de desconectar del trabajo y de vivir una experiencia única. Pero había otro factor que me generaba nerviosismo, especialmente durante los días previos al inicio de este viaje tan diferente. Nunca había cogido un vuelo solo. Puede ser algo bastante normal para muchos, pero yo nunca había sentido esa sensación. Pero puse rumbo hacia tierras desconocidas.
La llegada fue algo nuevo para mi. Primera vez que aterrizaba en un destino fuera de España solo en un avión. No obstante, me vi bastante tranquilo y atento a las indicaciones para salir donde había quedado con el Rover, al que saludé eufóricamente. Fue en ese momento en el que verdaderamente sentí que comenzaba la aventura, y estaba deseando emprender la experiencia.
Solo podía agradecerme a mí mismo haber decidido venir a vivir algo tan diferente a lo que suelo hacer en mi vida normal: un destino desconocido nos esperaba. Y sabía que estaba en buenas manos para hacerlo. El Rover me haría sentir mucho más cómodo y protegido en un lugar totalmente desconocido para mí, convirtiéndose el guía que necesitaba para lanzarme a lo desconocido.
Sin nada programado. Suena emocionante, pero para muchos el no tener un sitio predefinido para dormir durante ninguno de los 7 días que duraba la aventura es algo aterrador.
¿Cuál era nuestro reto? Un viaje en moto por un territorio inhóspito en el que día a día nos íbamos haciendo camino. Cada día, al despertar, pensábamos la ruta de esa jornada, y por la noche buscábamos un lugar para dormir. ¡Emoción en estado puro!
buscábamos un lugar para dormir. ¡Emoción en estado puro!
Al principio todo fue bien. Yo iba con muchas ganas de vivir esta aventura, por lo que me veía fuerte y con capacidad de afrontar los días siguientes. Hasta que un día viví un verdadero reto. Llevábamos ya un par de días de recorrido, cuando la carretera se empezó a volver mucho más estrecha, llena de piedras y tierra (obviamente sin asfaltar). La situación era bastante incómoda. Pasar unas 8 horas encima de la moto como paquete en carreteras secundarias de tierra y con muchos baches requiere fortaleza.
Pero eso no sería todo.
Nos cayó la noche en pleno recorrido. No había nada alrededor más que montaña y algún “pueblecito” (por llamarlo de alguna manera). Estaba todo muy oscuro y no hablábamos el idioma local, por lo que nuestras opciones eran complicadas. Pero tomamos la única alternativa posible: acercarnos a alguno de esos pueblecitos.
En ese momento sentí cierto miedo ante tal situación: estaba completamente fuera de mi zona de confort. Lejos de mi casa, con una mochila como equipaje y sin opción de volver. Pero es en esos momentos en los que no tienes alternativa en los que tienes que sacar toda tu fuerza interior.
Nos acercamos al poblado más cercano para pedir cobijo y pasar la noche. ¿Qué clase de gente nos encontraríamos? Un buen hombre nos acogió y pasamos la noche en sus tierras, por lo que todo se desarrolló sin problemas. Muchas veces el peligro y las limitaciones las tenemos en nuestra mente. Pero hasta que no damos el paso y comprobamos si realmente existen no nos damos cuenta de que no eran más que un mecanismo de defensa sin ninguna base sólida.
No había vivido nada parecido en mi vida, y nunca lo olvidaré.
Tantas horas como compañero en la moto me dieron para mucho. Para pasar frío por la montaña, para pensar cuánto queda para parar y poder estirar las piernas, para divisar el maravilloso paisaje que se abría ante nosotros, para sentir el aire africano en mi cuerpo,...
Deseaba hacer fotos para plasmar todo lo que veía con mis ojos, pero cuando hacía la foto no era nada similar a la realidad. Estaba viviendo momentos únicos que se quedarían en mi mente para siempre. Tuve mi propia guerra interna, pero finalmente salí airoso y logré superarlo. Sabía que era una oportunidad única y debía aprovecharla a pesar de las adversidades.
Al final, este reto fisico me curtió en gran medida. Y puedo afirmar al 100% que valió mucho la pena, tanto por lo que vimos y vivimos como por cómo mejoré mi capacidad de afrontar situaciones adversas.
Una de las cosas que más me impactaron y me hicieron reflexionar fue el contacto con la comunidad local. Nunca había estado en este continente, y no sabía qué tipo de gente me iba a encontrar.
Por lo general, son una población bastante pobre; pero muy amable y respetuosos con los extranjeros. Algo que me sorprendió es que la gran mayoría de ellos hablaban castellano e inglés, a parte de su idioma natal.
Pero lo impactante (y eso es algo que únicamente entiendes cuando lo vives) es que no por ello les faltan las ganas de vivir o de ser felices. Es más, encuentran la felicidad con muy poco y eso es digno de admirar.
De hecho, el lugareño que nos dio cobijo en mitad del Atlas, nos ayudó sin ningún ánimo de lucro.
No nos pidió nada a cambio.
Una buena lección para nosotros que, aún teniendo muchas más cosas materiales, no logramos en la mayoría de las ocasiones ser más felices. Este viaje me instauró un modo de pensar mucho más reflexivo. Tanto por la parte del reto físico como por el contacto con la comunidad local.
Hablar con esas personas me hizo ver que lo más importante es lo feliz que se puede ser con tan poco. Está bien ser ambicioso, y es muy difícil llegar a encontrar un término óptimo entre la felicidad y la ambición.
Pero sin lugar a dudas el saber vivir y ser feliz con lo que uno tiene es lo más importante en esa dualidad, y es a su vez el mejor aprendizaje que me puedo llevar de esta experiencia.
Y ahora tocaba volver al día a día para aplicarlo.
Si de normal cuando vuelves al trabajo después de unas vacaciones en casa o en un pueblecito sientes una sensación de bajón o vacío impresionante, imagínate después de esto… Mi primera frase al Rover al terminar la aventura fue: ¿para cuándo la próxima?
El viajar solo en un avión a otro país en busca de una aventura. El no tenerlo todo programado y organizado, pero que aún así todo pueda salir bien y se convierta en una experiencia única. Me di cuenta que es bueno salir de tu zona de confort, te hace vivir cosas nuevas y enriquecedoras en busca de aventura. Y que con muy poco se puede ser feliz. Aprendí a valorar todo lo que uno tiene, y a abrazar nuevas culturas fuera de tu país y diferentes estilos de vida, que son totalmente válidos y tienen mucho por enseñar.
Creo que deberíamos tener dos vidas; la primera la de trabajar para vivir y; la segunda la de poder viajar y conocer todos los rincones y culturas del mundo. Viviendo y empapándote de todas las experiencias posibles. Siento que este viaje solo ha sido el principio. Me he decidido a vivir más de esta segunda vida tan poco explorada por muchos. Quiero tener más tiempo libre para mí.
Poder realizar más viajes en forma de aventura además de turismo puro y duro. Me he propuesto repetir una experiencia como esta sin lugar a dudas. Una experiencia así te ayuda a superar tus miedos o indecisiones. Te hace valorar más lo que uno tiene y a disfrutar en todo momento porque somos unos afortunados únicamente por nacer donde lo hemos hecho.
En definitiva, es una experiencia totalmente recomendable y que cualquier persona debería realizar por lo menos una vez en la vida.